Mis queridos Premios Nobel ¡Busco empleo!


Ha sido una tarea tan difícil como apasionante a lo largo de mi vida periodística, haber contactado, entrevistado y convivido con una docena de Premios Nobel. Erwin Neher (Medicina, 1991), Severo Ochoa (Medicina, 1959), Arthur Kornberg (Medicina, 1959), Camilo José Cela (Literatura, 1989), Gabriel García Márquez (Literatura,  1982), Daniel Carleton Gajdusek (Medicina, 1976), Har Gobind Khorana (Medicina, 1968), Robert Bruce Merrifield (Química, 1984), José Saramago (Literatura, 1998), Johannes Georg Bednorz (Física, 1987), Mario Molina (Química, 1995), Harald Zur Hausen (Medicina, 2008), Carlos Nobre (Paz, 2007).

En la mayoría de las veces alejado de los medios, por mi falta de cauces para llegar a ellos y el desinterés de éstos hacia mi Curriculum Vitae. Por avatares del destino, en mi caso, la mayoría de entrevistas fueron con galardonados en ciencias, aunque también los hubo en literatura.

Con un esfuerzo personal y económico no precisamente pequeño y actuando muchas veces muy por encima de mis posibilidades, siempre como free lance, buscando personajes de excelencia que me aportaran la profunda satisfacción personal del conocimiento y la cultura.

Viene a cuento, porque me llamó la atención el libro del periodista canario Juan Cruz: “Toda la vida preguntando”, donde selecciona 30 entrevistas realizadas por él a algunos de los mejores escritores del siglo XX, destacando 9 de ellos con el Premio Nobel.

A mediados de octubre de 1990, acompañado por mi cámara de fotos y mi grabadora y portando también un cuaderno con preguntas,  asistí a una conferencia en la Fundación Ramón Areces con Severo Ochoa y Arthur Kromberg. Ambos compartieron el Premio Nobel de Medina en 1959, por sus hallazgos en torno a la síntesis del ADN (ácido desoxirribonucleico) y del ARN (ácido ribonucleico) ubicados en el núcleo celular.  Les acompañaba el catedrático de microbiología y genética Julio Rodríguez Villanueva. Hablé con todos ellos y les realicé una interesente sesión de fotos en blanco y negro. La síntesis de este trabajo la publiqué en el semanario, El Medico, Nº 380 (3-9 noviembre 1990).

Esta ocasión me brindó la oportunidad de contactar con el asturiano, quien me brindó sus datos, para un posterior encuentro. Fue a finales de ese mismo mes y año (muy pocas fechas después de nuestro primer contacto), cuando esta vez acompañado del fotógrafo Oskar G. de Vallejo, me dirigí a la residencia madrileña del Nobel español en la calle Miguel Ángel 1 (duplicado). En su domicilio nos esperaba acompañado por su biógrafo Marino Gómez Santos. Permanecimos “hablando de ciencia” más de dos horas y recuerdo que -me gusta el arte- me llamaron la atención algunos pequeños lienzos de Picasso y de Dalí que colgaban en sus paredes . Mi extensa y pormenorizada entrevista fue portada y ocupó siete páginas. Aún conservo en mi baúl de los recuerdos aquel audio que grabé en una cinta casete. Apareció publicada en El Medico, Nº 381 (10-16 noviembre 1990).

Mi entusiasmo científico, hizo que a principios de 1991 conociera al científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo. Fue tras leer en la revista Interviú un reportaje sobre él que me deslumbró por la profunda originalidad de sus investigaciones usando la química para replicar una vacuna contra la malaria. En las fotos de semanario aparecía vacunando en África. A partir de ahí comenzó una historia “de amor” que aún sigue viva y que me convirtió en su biógrafo. Todos los años publicaba al menos una entrevista con él . En 1994 obtuvo el Premio Príncipe de Asturias, y la gravedad de un familiar muy cercano me forzó a cancelar las reservas que me hubieran permitido estar en Oviedo formando parte de su comitiva. Pero, con el paso del tiempo esta relación me permitió conocer y relacionarme con varios Premios Nobel. También mi primera entrevista con él fue pionera (le siguieron muchas más en numerosos medos). Ocupó portada y seis páginas. Se publicó en El Médico, Nº 415 (7 -13 septiembre 1991).

A principios de 1992, me enteré de la presencia en España del alemán Erwin Neher, quien estudió los canales iónicos de la membrana celular, impulsando la aparición de nuevos fármacos. Hacía menos de un año que había recibido el Premio Nobel y no se había publicado nada sobre él.  A todos le pasó desapercibida su presencia. Le había invitado Antonio García García, Catedrático de Farmacología en la Universidad Autónoma de Madrid, con quien colaboraba desde hacía varios años. Yo era muy joven, mi inglés bastante escaso y me aterraba “hacer el ridículo” ante semejante personalidad. Había que hablar con él y pedí ayuda a una doctora amiga mía que trabajaba en el Servicio Sanitario de la Dirección General de la Policía. Me acompañó y para el éxito de este encuentro, me sirvió de guía e interprete en múltiples ocasiones. Mi entrevista fue pionera, y tras el encuentro, mi publicación envió al fotógrafo  Oskar G. de Vallejo para obtener imágenes del galardonado. Ocupó portada y cinco páginas. Se publicó en El Médico, Nº 435 (15 – 21 febrero 1992).

El 22 de junio de 2000, conocí al Premio Nobel hindú Har Gobind Khorana, durante una Conferencia en la Fundación para las Ciencias de la Salud. Tras su ponencia  estuve cerca de media hora hablando con él, pero la grabadora me jugó una mala pasada y perdí todo. Jamás publiqué nada sobre ese encuentro, aunque si guardé varias fotografías que le realicé durante ese evento.

No recuerdo en que fecha me animé a invitar a Camilo José Cela para que viniera a una tertulia periodística, que había creado hacía pocos meses con dos profesores y varios alumnos doctorandos en un restaurante de la madrileña Puerta del Sol. Había estado anteriormente en una conferencia donde el gallego elogiaba las “bondades” del vino y pude charlar con él sobre las “maldades” de estos caldos. Pero no fue en este acto, sino en otro evento celebrado en un Centro Cultural muy cercan a la calle Carretas y el callejón de Cádiz. Acompañaba a la escritora y poetisa Gloria Fuertes. Terminó el acto y le entregue una bonita invitación, que metió en el bolsillo interior de su americana. Me preguntó que era aquello, y a mi explicación respondió sin inmutarse: ¡Invitarme. ¿No iré?!.

Entre mis recuerdos más difusos también recuerdo haber asistido a una ponencia del Premio Nobel Daniel Carleton Gajdusek. Publiqué una breve nota (que se resiste a mi archivo) en la revista Sístole, del Grupo Saned.

Con Gabriel García Márquez intente hablar durante mi primer viaje a Colombia. Yo estaba en Bogotá y él en Cartagena de Indias. Estaba dispuesto a desplazarme a la ciudad colonial. Pese a las gestiones que me hizo el Dr. Manuel Elkin Patarroyo, quien me dijo ¿déjeme, porque Gabo se volvió arrogante!, el Premio Nobel colombiano se negó a recibirme. Estaba recabando información para mi biografía sobre el científico y creador de la primera vacuna química de la historia y quería preguntar al autor de “cien años de soledad” sobre sus palabras al conocer la concesión del premio Príncipe de Asturias a Patarroyo: ¡Por fin me salió un competidor”. Pero fue dos años después en Madrid, en que asistió a una Conferencia de su compatriota celebrada en la Universidad Autónoma de Cantoblanco. Iba acompañado por el vicepresidente Humberto de la Lacalle. Allí pude abordarle con mi grabadora y hacerle media docena de preguntas, cuyas respuestas conservo y están contenidas en mi libro “Patarroyo, Pasión por la Vida”.

“Concluido” mi manuscrito sobre el doctor Patarroyo, pensé que debía dirigirme a la Universidad Rockefeller de New York y comunicarme con el Premio Nobel Robert Bruce Merrifield, quien había sido el maestro de mi biografiado y además había tenido noticia del galardón otorgado por el Instituto Karolinska encontrándose con él en Colombia. Le telefoneé y me dijo que le enviase un texto escrito sobre mis pretensiones. Fue en mayo del 2000 cuando, dudando si me serían útiles, el Premio Nobel norteamericano me mandó cuatro párrafos en un folio, al que sumé algunas de sus anteriores aportaciones telefónicas sobre su discípulo, que se convirtieron en el prologo de mi obra.

Hubo que esperar aún cinco años para que la gallega ediciones del Viento se interesara por editar mi manuscrito, en el que llevaba trabajando más de una década y por su condición biográfica, no hacía más que crecer. Tal fue el entusiasmo de Eduardo Riestra, que duplicó la tirada a cinco mil ejemplares. Para el evento, decidimos buscar a alguien especial que lo presentara. Y contactamos con José Saramago, con quien había charlado en alguna ocasión azarosa y quien pese a recibir alguna crítica enseguida aceptó el encargo. Fue el 29 de noviembre de 2005 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Tras la presentación cenamos en un restaurante cercano al lugar del evento. Amén de Saramago y Pilar del Río, también nos acompañó el escultor Agustín Ibarrola y su esposa. Pensé que un libro sobre un Premio Príncipe de Asturias, prologado por un Premio Nobel y presentado por otro Premio Nobel generaría atención y alguien grabaría el evento.  No pude prevenirlo y me quedé sin ese precioso audiovisual.

En agosto de 2019, recibía una invitación para asistir al XX Foro Iberoamérica que se iba a celebrar en Bogotá entre finales de octubre y principios de noviembre. En el mismo se contaba con la confirmación presencial de cinco Premios Nobel. Pese a mi delicado estado de salud y circunstancias personales enseguida acepté el compromiso. Había que ponerse las pilas y empezar a “estudiar” y preparar una serie de cuestionarios destinado a cada uno de estos galardonados. Finalmente Muhammad Yunus (Premio Nobel de la Paz), con quien había podido intercambiar unas breves palabras años antes durante una ponencia en la AECID acompañado de la reina Doña Sofía, no pudo asistir al evento porque las autoridades de Bangladesh (su país) le denegaron el permiso.

Imprevisto mío fue que el brasileño Carlos Nobre sólo pudiera estar en Colombia durante la jornada de su ponencia. Durante un descanso en el hotel donde se celebraba el evento le pregunté “off the record” sobre el futuro de la Amazonía, pero después “desapareció” y me quedé sólo con mi cuestionario.

No ocurrió lo mismo con Mario Molina, Johannes Georg Bednorz y Harald Zur Hausen, cuyas conferencias grabé tanto en el Foro Iberoamérica ante destacadas personalidades de doce países, como en el Simposio Nobel que abierto por Marta Lucía Ramírez, Vicepresidenta de la República se celebró el 3 de noviembre ante unos dos mil estudiantes colombianos.

Con el mexicano Mario Molina, charlé durante algunas pausas, y le iba formulando algunas de mis preguntas que conservo grabadas. Además coincidí con él como compañero de asiento en el bus que nos desplazó al Palacio de Nariño para la cena oficial a la que nos invitó el Presidente de la Republica Iván Duque. Trajeado, pero con armado con mi grabadora. También pude hablar con el alemán Harald Zur Hausen, durante la jornada siguiente durante la recepción en el domicilio particular del Dr. Patarroyo. Sus hallazgos sobre el cáncer de útero y el virus del papiloma humano son apasionantes. Pude preguntarle entre tras cosas sobre la vacuna contra esta enfermedad, y sobre su opinión sobre los movimientos antivacunas. Guardo celosamente su testimonio que -al igual que los de sus homólogos- no interesó (ni siquiera gratis) a ningún medio de comunicación español.

El tema de la superconductividad con el alemán Johannes Georg Bednorz, me resultó mucho más difícil. Amabilísimo y tremendamente humilde y accesible el Premio Nobel. Le pregunté algunas cosas ajenas a sus ponencias, pero confieso que entendí bastante poco. Siempre fui bastante malo especialmente en Física y aprobado raspado en números y demás ciencias. Quizá por eso, estudié periodismo, con la ingenua esperanza de obligarme a aprender para poder transmitir a mis lectores u oyentes informaciones relevantes y entrevistas trascendentes.

Guardo celosamente las grabaciones de estos Premios Nobel (Harald Zur Hausen y Johannes Georg Bednorz) tanto en ingles en el primer caso (Foro Iberoamérica), como las obtenidas de la traducción simultanea en el segundo caso (Simposio Nobel). En cualquier momento, me pondré a volverlas a escuchar y a transcribirlas, junto con las importantes ponencias proporcionadas por los demás invitados en el XX Foro Iberoamérica.

Mis queridos Premios Nobel. Que honor y fortuna intelectual la mía. Sin embargo, mis colegas del oficio (algunos recién ingresados y sin ningún aporte periodístico relevante) no sólo me ignoran y ningunean. Ellos no han estado con gente como ustedes, ni se han jugado como yo algunas veces la vida en aventuras periodísticas sufragadas de su propio bolsillo, ni consiguieron entrar como yo – por ejemplo- en los domicilios de los dos principales inculpados por el 23 F, ni tienen publicadas como y más mil colaboraciones periodísticas muy serias y laboriosas . Hace varios años que intento entrar en algún medio serio, aportando como único bagaje mi gran entusiasmo y esfuerzo personal aderezado con cuantiosos gastos de mi propio bolsillo procedentes de otros trabajos (ajenos a mi profesión). No gano un céntimo, sino que lo poco que tengo lo invierto en cultura.

Quizá esta pasión me llevó a convertirme en un apasionado coleccionista de Pablo Neruda, o acumular en mi biblioteca varias primeas ediciones firmadas de las principales obras de Gabriela Mistral, Ernest Hemingway, Gabriel García Márquez, Juan Ramón Jiménez y Vicente Aleixandre; a quienes ninguno conocí. Mis queridos Premios Nobel: ¡Busco empleo!. Por favor, no tendrán un puesto remunerado dignamente, en sus instituciones para un periodista como yo, que persigue a gente “tan rara” como ustedes porque le encanta aprender de sus vidas y trayectorias. Pese a mi Curriculum Vitae u Hoja de Vida, a mis “colegas” de España no les intereso.


Javier Julio García Miravete

Escribo luego existo. Me apasiona la cultura y soy un empedernido luchador contra la injusticia y la corrupción. Admiro la sabiduría de los demás y a cuantos crean para la construcción de un mundo mejor. No me duelen prendas para reconocer en los demás méritos y virtudes, que me gustaría aprender de ellos. Soy un rebelde con causa siempre abierto a nuevos caminos y empresas. Periodista amante de la ciencia, el arte, la literatura, la fotografía, el cine, la música, el coleccionismo, los libros y papeles antiguos que me permiten reconstruir perfiles e historias de otros tiempos. Sueño con proyectos magníficos que me desbordan y que no logro activar por desintereses políticos. Desde aquí impongo mis normas sin someterme a protocolos. Escribo lo que quiero como quiero e intento ser libre.

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